jueves, 28 de mayo de 2009

Arte y sociedad azteca

Las esculturas y figurillas de personas son los elementos que identifican las creaciones plásticas del posclásico tardío. Son imágenes de hombres y mujeres que expresan los ideales tanto en edad como en belleza. La etapa juvenil adulta era considerada el momento de plenitud que garantizaba la fortaleza en la guerra. Siendo esta edad también la de mayor actividad sexual, las esculturas representan el paradigma social tan necesario para la supremacía imperial. El notable desarrollo que alcanzaron los talleres escultóricos existentes en las principales capitales indígenas, principalmente México-Tenochtitlan, Texcoco, y Calixtlahuaca, legó extraordinarias figuras escultóricas talladas en rocas volcánicas, el material preferido en el mundo Azteca. Existe una imagen del macehual, idealizada concepción del hombre común, o la excelsa mujer desnuda, conocida popularmente como la “Venus de Texcoco”.

La sociedad capitalina

La sociedad de México-Tenochtitlan se conformaba por dos grandes segmentos: la nobleza, llamada pipiltin, y la gente común, los Macehualtin, enorme masa social que reunía desde los artesanos hasta los campesinos. Los comerciantes, o pochtecas, agrupaban desde aquellos que realizaban largas travesías para traficar bienes suntuarios de lejanas regiones hasta los humildes vendedores de frutas y animales.

Los nobles, orgullosos de su parentesco con el gobernante, mostraban su valiosa joyería en jade y oro, en forma de orejeras, collares, y anillos, así como los peculiares bezotes, insignias militares de alto rango. La gente común sólo podía ornamentarse con objetos de arcilla y utilizar vestimenta hecha de henequén. A través de las figurillas de arcilla y de las vajillas cerámicas de uso cotidiano, conocemos la vida diaria en el mundo Azteca.

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